29 Avisaron al rey Salomón: «Joab se ha refugiado en la Tienda de
Yahveh y está al lado del altar.» Envió Salomón a decir a Joab: «¿Qué te
sucede, que te refugias en el altar?» Respondió Joab: «He tenido miedo de
ti y me he refugiado junto a Yahveh.» Envió Salomón a
Benaías, hijo de
Yehoyadá, con esta orden: «Vete y mátale.»
30 Entró Benaías en la Tienda de Yahveh y le dijo: «Así dice el rey:
Sal.» Respondió: «No. Moriré aquí.» Benaías llevó la respuesta al rey
diciendo: «Esto ha dicho Joab y esto me ha respondido.»
31 El rey le dijo: «Haz como él dijo. Mátale y sepúltale, y apartarás de
sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que
derramó
Joab.
32 Yahveh hará recaer su sangre sobre su cabeza porque ha matado
dos hombres más justos y mejores que él, matándolos a espada sin saberlo
mi padre, a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo
de Yéter, jefe del ejército de Judá.
33 Que su sangre caiga sobre la cabeza de Joab y de su descendencia
para siempre, y que David y su descendencia, su casa y su trono tengan paz
para siempre de parte de Yahveh.»
34 Subió Benaías, hijo de Yehoyadá, hirió a Joab y le mató y le
sepultó en su casa en el desierto.
35 El rey puso en su lugar al frente del ejército a Benaías, hijo
de
Yehoyadá, y puso el rey al sacerdote Sadoq en el puesto de Abiatar.